En los últimos años, millones de personas se han lanzado de cabeza al mundo de los activos digitales: NFTs, criptomonedas, terrenos virtuales, coleccionables digitales… La promesa era clara: una revolución tecnológica capaz de convertir píxeles en propiedad, y propiedad en riqueza. Pero en medio de tanto entusiasmo, han faltado advertencias sinceras sobre los riesgos reales de invertir en activos puramente digitales. Esta semana hemos vivido uno de esos casos que deberían hacernos reflexionar. Y mucho.
La noticia saltó a raíz de un artículo en 404 Media y fue replicada por varios medios tecnológicos: la colección de NFTs CloneX, creada por la empresa RTFKT (adquirida por Nike en 2021), se volvió inaccesible para sus propietarios. Literalmente. En lugar de las obras digitales que costaron miles de dólares, los usuarios veían un mensaje de error: “Error 1020 – Acceso denegado”. ¿El motivo? Una degradación del plan de almacenamiento de Cloudflare, la empresa que alojaba los archivos. Ni hackeos, ni robos, ni problemas técnicos complicados. Simplemente, alguien cambió de plan y, de repente, miles de activos digitales que supuestamente eran “tuyos” dejaron de estar disponibles.
¿Qué ha pasado exactamente?
La versión oficial es que Cloudflare degradó antes de tiempo el plan de pago del proyecto a uno gratuito, lo cual limitó el acceso a los archivos alojados. Los NFTs seguían existiendo técnicamente en la blockchain, pero las imágenes asociadas —las que los compradores veían, usaban como avatar o incluso imprimían como arte digital— desaparecieron de la vista. Lo único visible era un enlace roto, como una web abandonada.
Esto no fue un error puntual de una start-up desconocida. Estamos hablando de un proyecto respaldado por una multinacional como Nike, que había invertido millones en el sector NFT. CloneX llegó a tener un volumen de ventas millonario y un gran prestigio dentro del espacio Web3. Si algo así le puede pasar a ellos, ¿qué garantías tienen los inversores particulares?
El espejismo de la propiedad digital
Este episodio nos obliga a preguntarnos algo incómodo: ¿Qué significa realmente “poseer” un activo digital? Porque aunque la tecnología blockchain garantiza la propiedad del token, lo que tienes realmente es un identificador que apunta a un archivo… alojado en servidores externos. Es como comprar un cuadro carísimo y descubrir que está guardado en casa de otro. Y si ese otro decide cambiar de servidor, mudarse o cerrar su cuenta, tú te quedas con el marco, pero sin pintura.
El ex CTO de RTFKT explicó que estaban migrando los archivos a Amazon Web Services (AWS), y que todo fue un simple malentendido. Puede ser. Pero eso no cambia la realidad: los activos digitales son tan sólidos como su infraestructura lo permita. No están en tus manos, ni en tu casa, ni siquiera en tu disco duro. Y eso los hace increíblemente vulnerables a errores humanos, a decisiones de empresas ajenas o incluso a simples olvidos administrativos.
El riesgo de confiar en terceros
Uno de los principios que más se repite en el mundo de las criptomonedas es el famoso “Not your keys, not your coins” (si no tienes tus claves, no tienes tus monedas). Este caso amplía el concepto: “Not your server, not your NFT”. Puedes haber pagado 10.000 euros por un JPG único, puedes tener tu nombre grabado en la blockchain, pero si los archivos están almacenados en servidores externos que no controlas, estás a merced de decisiones que escapan completamente de tus manos.
Y esto no solo afecta a los NFTs. Pasa con videojuegos con economía virtual, con terrenos en el metaverso, con coleccionables que viven en plataformas centralizadas, e incluso con proyectos DeFi si dependen de interfaces alojadas en servidores comerciales. Todo lo que no puedas descargar, guardar y replicar tú mismo, es digitalmente efímero.
Reflexión final: ¿y si todo desaparece?
Imagínate por un momento que, dentro de 5 o 10 años, una parte importante de los activos digitales actuales ya no se pueden ver, acceder o utilizar porque sus plataformas han cerrado, sus servidores han caducado o sus empresas han quebrado. No hace falta un ciberataque global, ni una ley que prohíba su uso. Basta con que alguien deje de pagar una factura, como en el caso de CloneX.
Por eso, antes de invertir en activos digitales, pregúntate: ¿qué estás comprando exactamente?, ¿dónde está alojado?, y lo más importante: ¿qué control tienes tú sobre ese activo?. Porque si todo depende de un tercero, entonces no es una inversión… es una apuesta. Y las apuestas, como sabemos, pueden salir muy caras.
